Inflación o deflación. ¿Qué es peor?
Muchos de los lectores alguna vez habrán leído o escuchado (especialmente 7 u 8 meses atrás) alarmantes titulares acerca del incremento de los precios en algunos productos como el pollo, la papa o la gasolina. Quizá la mayoría de estas noticias hayan tenido la intención de alarmar a la población e incluso desestabilizar las actuales políticas del gobierno aprista, tratando de refrescar la memoria de muchos de los peruanos sobre aquellas poco celebres épocas del primer gobierno del señor García en la cual los precios de la economía se disparaban a niveles estratosféricos, generando niveles de inflación de hasta 7000%. Indudablemente estas épocas recuerdan momentos de grandes colas para comprar productos y preocupación e incertidumbre sobre el verdadero valor de los intis que tenían esa época los peruanos. Pero, para poder entender mejor esta situación, es conveniente preguntarnos primero: ¿Qué es la inflación? Y segundo: ¿La inflación siempre es mala? Si existiese alguna encuesta nacional sobre la última pregunta estaría seguro que la gran mayoría diría que sí. Sin embargo, este consenso sobre la inflación, entre los peruanos, no es del todo cierto. Entonces ¿Es acaso que la mayoría de los peruanos no entendemos la inflación? Evidentemente no. La situación es un poquito más compleja, ya que la inflación si es buena, pero hasta cierto punto. Sin embargo, para poder explicar este fenómeno intentemos primero responder a la primera pregunta.
Imagínese, usted señor lector, el extremadamente simplificado ejemplo, que vive en un país donde solo existen tres personas: Juanito, Pablito y el señor banco. La primera persona tiene un puesto de gaseosas y el otro de galletas y ambas personas necesitan de ambos productos para sobrevivir. Además, imagínese también, que cada producto cuesta 5 soles. De un momento a otro el señor banco decide ser generoso con Juanito y Pablito y le regala a cada uno de ellos cien soles. Lo primero que pensarían ambos individuos sería: “Si la otra persona tiene más dinero entonces le voy a cobrar más por el producto que le vendo y así obtendré más ganancias” Ahora imagine que el señor banco les regala, ya no cien soles, sino mil, dos mil, tres mil y así sucesivamente una cantidad de soles mensualmente. Ante tal situación no es descabellado pensar que el precio -inicialmente de cinco soles- se incremente en 100%, 200% o hasta en 7000% ¿Verdad? Este incremento general y sostenido del precio de los productos en una economía es lo que se conoce como inflación. Evidentemente este pequeño ejemplo no concuerda con la realidad – Ya que en el Perú no existen 3 personas, sino 28 millones y no hay dos productos, sino miles de miles e incluso el señor banco nunca es tan generoso de regalarnos pero ni un sol para el pasaje- pero trata de explicar, a grandes rasgos, el fenómeno inflacionario.
Una vez entendido este fenómeno, la pregunta por responder es: ¿La inflación siempre es mala? Pues la respuesta es no. Por un lado, el incremento desmedido de los precios tiene un impacto directo en la pérdida de poder de compra, ya que el ingreso real que las personas reciben alcanza cada vez menos para satisfacer ciertas necesidades. La situación es aún más severa en las personas con menos ingresos de una economía – entiéndase los más pobres- ya que el valor de los pocos soles que poseen es cada vez menor y son imposibilitados de satisfacer sus necesidades básicas de consumo. Además, este incremento no permite que los diversos participantes de una economía puedan hacer planificaciones de largo plazo: ¿Acaso usted, señor lector, pensaría en comprarse una casa sabiendo que va tener que pagar diez, quince o veinte veces su valor inicial meses después? Yo creo que no. La misma situación ocurre con la planificación de las empresas e incluso la del estado.
Sin embargo, muchos se preguntaran ¿No es mejor que los precios se mantengan constantes a lo largo del tiempo? Sí, pero es imposible, ya que, como se dijo al inicio, el aumento de los precios depende de la cantidad de dinero que posea la gente (Si Juanito o Pablito tienen más dinero entonces cobraran más por sus productos) y a su vez este depende del crecimiento de una economía, por lo que los países crean dinero de acuerdo a las necesidades de la gente. Ante tal situación, lo único que queda por hacer es contralar la inflación a un ritmo que no sea perjudicial para el crecimiento económico de un país. En nuestro país, y muchos países del mundo, el ritmo adecuado de la inflación es de 2 por ciento anual. Sin embargo esa meta no se pudo lograr en la mayoría de los meses del 2008, es por tal motivo que usted, señor lector, haya encontrado en su puesto de periódico los alarmantes titulares que se mencionan al inicio de este artículo.
Por otro lado, existe el fenómeno contrario al de la inflación: La deflación, la cual es la disminución general y sostenida del nivel de precios de una economía. Mucha gente pensará que la deflación es una cosa ¡extraordinaria! Pues no. Imagínese que usted sabe que los precios van a bajar constantemente todos los meses. ¿Acaso no trataría de postergar sus compras lo más posible para obtenerlas a un precio más barato? Yo creo que sí, y esto es perjudicial para una economía ya que, una vez más, no permite la planificación de largo plazo de los consumidores, las empresas y el estado.
En nuestro país hemos tenido desastrosos problemas por el incremento desmedido de los precios. Sin embargo, la situación se ha tornado un poco más estable a partir de las década de los noventa y esto se debe a que las políticas del gobierno con respecto a la inflación han tenido una continuidad y han sido saludables. Por otro lado, en los últimos meses muchos de los precios de nuestra economía han tenido una tendencia a la baja, lo que se debe a diversos factores entre los que se encuentran como primer responsable al sombrío contexto internacional debido a la crisis financiera mundial. Bajo estas circunstancias es responsabilidad de nuestras autoridades garantizar un incremento de los precios a un nivel sostenido que permita el crecimiento del país y la reducción de la pobreza, para lo cual los diversos agentes participantes de una economía, ya sea consumidores, empresas, estado e incluso usted, señor lector, deben colaborar.
Autor: Enver Vargas
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